Cántiga 57 de las Cántigas de Santa María.
Dice la introducción: Ésta es de cómo Santa María sanó a los ladrones que habían sido lastimados porque habían robado a una dama y su compañía que iban en peregrinación a Montserrat.
Por ende, de noche y de día
debemos dar muy grandes gracias
a Santa María,
porque defiende
a los suyos de daño
y sin engaño
a salvo los guía.
I
Y sobre esto queremos contar
un milagro precioso,
porque sabemos
que será escuchado
por los que a la Virgen santa
aman, porque quiebra
siempre a los soberbios
y a los buenos impulsa
y les da seso (juicio, inteligencia)
y paraíso
con toda alegría
II
En Monserrat, hizo un milagro,
que muy lejos suena,
si la Virgen me ayuda [a recordar],
para una buena
dama que en la montaña
de allí muy grande y extraña
descendió a una fuente
con toda su compañía,
para que ahí comieran,
desde ahí descansaran
y siguieran su camino.
III
Cuando estaban comiendo
junto a aquella fuente,
hacia ellos corriendo mucho
salió bien de ese monte (matorral, arboleda)
Raimundo, un caballero,
ladrón y guerrero,
que de cuanto traían
no les dejó dinero
sin robar
y sin tomar
con su compañía.
IV
La dama inmediatamente,
luego de que le robaron,
se fue de allí con su gente
muy triste y muy afligida;
a Montserrat muy de prisa
llegó esa mezquina,
dando grandes gritos:
Santa Virgen, Reina,
dame venganza
por esta injuria
en tu romería "
V
Y los frailes salieron
de los gritos que daba;
y cuando escucharon esto,
el prior cabalgaba
corriendo y fue muy pronto,
y pasó una pendiente
y vio junto a la fuente
una gran hueste de ladrones
yacer tan heridos,
ciegos, jorobados,
que ninguno se levantaba.
VI
Entre estos ladrones
vio yacer a un villano
de esos más malhechores,
con una pata de gallina en la mano,
fiambre
que había arrancado con hambre
entonces de una empanada,
que uno bajo su capa
comer había querido;
pero no había podido,
porque Dios no lo quería.
VII
Pues se le había atravesado [la empanada]
bien desde aquella hora
cuando en comer había pensado,
que adentro ni afuera
podía sacarla
ni comerla ni pasarla (¡¡¡¡se atragantó!!!!);
además yacía ciego
y también mudo sin habla
y muy maltrecho
por aquella situación (= el robo),
pues lo merecía.
VIII
El prior y sus frailes
pues así que hallaron
a los ladrones
heridos por sus maldades,
ordenaron que inmediatamente
fuesen llevados de allí, atravesados
en las bestias que trajeron,
ante el altar postrados,
que allí muriesen,
o se salvasen
si a Dios le placía.
IX
Y después de que trajeran
a los ladrones ante el altar,
por ellos oraciones
y plegarias dijeron.
Y luego hubo
ojos, pies y manos sanos;
y por ende juraron
que nunca a los cristianos
jamás robarían,
y se alejarían
de esa locura.
No hay comentarios:
Publicar un comentario